Hacia un Pabellón Permanente de la Lectura

Por: Milciades Ventura Lembert

La reciente Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2025 volvió a recordarnos que la lectura sigue viva en el corazón del pueblo dominicano, pese a que algunas almas pesimistas piensen todo lo contrario. La evidencia son las estadísticas oficiales, que establecen que las ventas de libros superaron los 75 millones de pesos. Estas cifras no solo confirman el éxito de la feria, sino también el interés genuino de los dominicanos por leer.

Sin embargo, hay un tema de preocupación, y es que una vez que se apagan las luces, se desmontan las carpas y se cierran los pabellones, la magia se desvanece. El entusiasmo del lector se enfrenta nuevamente a una realidad que conocemos bien, y es que los libros son muy costosos y las oportunidades de acceso a espacios literarios donde el libro sea el protagonista son escasas fuera de la feria. Personalmente, durante la última fiesta del libro y la lectura, entrevisté a muchos de los visitantes y coincidían en lo mismo: “Queremos llevarnos más libros, pero los precios están muy altos”.

De ahí nace la idea de mantener permanentemente el Pabellón Paseo de la Lectura en la Plaza de la Cultura. Ese espacio, donde convergen libreros, lectores y autores, podría funcionar todo el año como punto de encuentro literario y centro de venta de libros a precios accesibles. Además, podría convertirse en un espacio ideal para charlas, presentaciones, coloquios y actividades culturales que mantengan la motivación por la lectura.

El Estado podría jugar un papel decisivo mediante un subsidio cultural moderado que permita abaratar costos, esto sin afectar la rentabilidad de libreros y editoriales. Lo que estoy proponiendo no es regalar libros, sino facilitar el acceso al conocimiento. Si más de setecientas mil personas respondieron al llamado de la lectura en apenas diez días durante la Feria Internacional del Libro, me pregunto: ¿qué no lograríamos si esa posibilidad permaneciera abierta los doce meses del año?

A pesar de que nos encontramos en medio de la era digital, estudios recientes indican que el libro físico continúa siendo el formato más eficaz para la comprensión profunda y la retención de información en la memoria a largo plazo. Y más allá de lo científico, hay un contexto emocional: el placer de pasar páginas, de oler la tinta, de subrayar un párrafo que nos impacta o de simplemente dejarnos cautivar por una portada. Las nuevas generaciones, incluso las más tecnológicas, valoran esta parte.

La Biblioteca Nacional, también ubicada en la Plaza, cumple su función académica y de consulta. Pero no todos desean leer dentro de un recinto; muchos prefieren comprar el libro y llevarlo consigo. En el sector privado también existen buenas librerías, pero la realidad económica limita el acceso de gran parte de la población, sobre todo de los jóvenes. Un espacio público, plural y accesible, podría equilibrar esa balanza.

Este llamado no pretende ser una queja, sino una propuesta a reflexionar, que surge desde la experiencia de la feria y el compromiso con la cultura. Si algo demostró esta edición es que el amor por los libros existe; solo que los lectores necesitan más oportunidades y accesibilidad a los libros y espacios para el ejercicio de la lectura.

Hagamos que el Paseo de la Lectura no sea solo un recuerdo ferial, sino un punto de partida para construir una nación lectora, crítica y soñadora, y que podamos decir a todo pulmón: “República Dominicana lee.”

 

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